La disciplina en general no es parte de nuestra naturaleza, cuando nacemos lo hacemos en el caos: no sé qué quiero, cómo lo quiero, no me acostumbro a hacer ninguna dilación de la gratificación. Sin embargo debemos reconocer que los grandes logros de la vida implican esfuerzos a largo plazo, es decir, no hay nada que se obtenga de inmediato, pero con una voluntad sana y fuerte es más sencillo alcanzar lo que nos propongamos.
El éxito en la vida no es cuestión de suerte; por ello conviene formar en nuestros hijos el “saber esperar” y evitar la gratificación instantánea.
Como un pilar importante en la educación de nuestros hijos es necesario hacer énfasis en el desarrollo de la voluntad; es posible, aunque el camino puede ser poco sencillo. Desde aquí derivaremos cuestionamientos importantes.
¿Cuándo se educa?
La primera respuesta que debemos tener en mente es: siempre. Sin embargo conviene considerar las seis áreas de la educación de la voluntad según Fernando Corominas:
- Educación temprana: Desde los primeros días de vida y las primeras necesidades del niño: alimentación, descanso e higiene, etcétera, que fortalecidas en orden van a formar hábitos, ahorrar tiempo y evitar malestares.
- Educación eficaz: Cuando exista sinergia positiva.
- Educación preventiva: Llegando antes con el desarrollo del bien.
- Educación con el ejemplo: No es lo que decimos lo que nuestros hijos aprenden, es lo que nos ven hacer.
- La educación motivada: En la infancia y adolescencia, nivelando premios y/o castigos.
- Educación personalizada: Educando diferente a cada uno.
¿Hasta cuándo educar la voluntad?
La respuesta es la misma: siempre. Las necesidades van cambiando, pero bien acompañadas forman hábitos que les permitirán a nuestros hijos formar su carácter, como realizar sus actividades a cierta hora y terminar lo que empezaron. Cuando un joven no tiene voluntad es porque no se le ha formado en los años anteriores.
¿Qué hacemos?
Es indispensable formar hábitos. Debemos diferenciar entre actos y hábitos. Los actos suceden, pasan; los hábitos en cambio, son una disposición adquirida y aprendida por la repetición de actos similares que producen una rutina y un fortalecimiento en el ser humano. Los hábitos se adquieren con la práctica: uno aprende a andar, andando, a ser mentiroso diciendo mentiras.
El hábito es importante porque modifica al sujeto que lo adquiere, lo convierte en alguien determinado. Las virtudes -es decir los hábitos buenos, positivos- ponen de manifiesto los puntos fuertes de la persona, le permiten superarse a sí misma, le hacen crecer en oposición a los vicios, que muestran los puntos débiles que le empobrecen y le hacen perder su ser. Los hábitos son inseparables de la persona, por ello hay cuatro pilares en la educación de la voluntad, que nos proporcionan mayor luz.
Formar en un entorno de amor
Amar y educar en la disciplina son dos términos que van de la mano y si lo hacemos desde los primeros años de vida de nuestros hijos, donde ellos actúan más por instinto que por la razón, estaremos seguros de que su formación rendirá frutos, pues los hábitos formarán su carácter y le acompañarán a lo largo de la vida. Estos deben incluir:
- Orden
- Trabajo
- Esfuerzo
Estimular a los hijos
Para fortalecer la voluntad y alcanzar motivaciones más altas, debemos evitar solamente estímulos materiales, pues cuando los hijos sean mayores habrán evolucionado y su mayor recompensa residirá en considerar como satisfacción el deber cumplido, entonces valorarán el trabajo como servicio y recibirán con agrado palabras de aprecio y de crecimiento.
Ejemplo y testimonio de los padres
La mejor enseñanza viene del ser que eres tú como padre/madre, pues educas más por lo que eres y haces, que por lo que dices. A través de ese ejemplo, los hijos aprenden el amor al trabajo bien hecho, el desprecio por la vía fácil y cómoda, el valor del sacrificio y la alegría de una meta alcanzada.
Dominar los instintos
La palabra que define mejor el desarrollo de la voluntad es “forjar”, cual hierro incandescente que es moldeado en una fragua a base de golpes. De la misma forma, en la vida las personas se forman a través de un duro esfuerzo. Educar es igual a forjar el carácter y fortalecer la voluntad para moderar y armonizar toda nuestra vida.
Sin embargo habrá cuestionamientos constantes de los niños y adolescentes:
¿Por qué no puedo estar en internet toda la tarde y parte de la noche si todos mi amigos lo hacen?, ¿por qué no puedo gastar mi tiempo y mi dinero como yo quiera?, ¿qué hay de malo en pasarla bien?, ¿por qué no dar rienda suelta a mis deseos?, ¿por qué no me puedo poner esos pantalones caídos como hacen los demás?, ¿por qué ser moderado?, ¿por qué ser sobrio?, ¿por qué es necesaria la templanza o ser templado? Cuando yo me divierto no hago mal a nadie.
Este pensar y sentir surge antes de que el adolescente se dé cuenta de que su vida tiene una razón y que la saturación de los sentidos impide ver lo fundamental. El ser humano por naturaleza busca sentido a su existencia, para encontrarlo, conviene regresar a lo básico:
- En la vista es importante controlar las miradas. Diferenciar entre ver y mirar. Ver es superficial; mirar, calibra y hace suya una cosa. ¿Qué ven nuestros hijos?
- Utilizar la cama para descansar y reparar el cuerpo de una enfermedad, a diferencia de acudir a ella para evadir responsabilidades o para cualquier “malestar aparente”.
- Comer para alimentarse con los nutrientes que el cuerpo necesita y no por la inmediatez de comer cuanto deseo o se me atraviesa (por ejemplo cada ida a un supermercado); ser paciente, y esperar la llegada del alimento.
Es necesario aprender a gestionar y/o detener la cultura del hedonismo y la satisfacción inmediata: “ahora lo quieres, ahora lo tienes”. Spotify, Youtube, Netflix, Uber Eats, Amazon son empresas que ofrecen en primer lugar la inmediatez y la satisfacción del cliente, suena lógico; nadie desea comprar a una empresa que ofrezca lo contrario; sin embargo, el paradigma basado en internet ha modificado muchos de los hábitos en la actualidad.
Esta nueva cultura comercial está transformando nuestras actividades más humanas gestionándolas a través de una pantalla: ¿relacionarse es enviar un mensaje por WhatsApp? ¿Conocer a alguien a través de Tinder, Instagram, Facebook? ¿Para qué molestarse en cocinar o convivir si se puede pedir comida a domicilio por Uber Eats? Ahora se puede oír música y ver videos en Youtube o Spotify, así como películas, Netflix permite tener un cine en casa, de inmediato, todo, todo el tiempo (24/7).
¿Es saludable para el ser humano tener todo a su disposición?
El problema no son los servicios que ofrecen dichas empresas, sino la saturación de los sentidos. Las estadísticas son de miedo, basta con revisar el tiempo de pantalla en el celular. Un adulto promedio actualmente pasa más de 9 horas y media conectado a un aparato, un adolescente, de 10 a 15. De ahí la importancia de contrarrestar el efecto.
Templar es saber dominar y encauzar los sentidos. Enseñar que el tímido se exprese, el impetuoso se frene, el eufórico se modere y el pesimista se sensibilice.
El dominio se enseña dominándose. Formar en la voluntad tiene que ver con formar en la renuncia: renunciar al capricho por el deber, renunciar a mis planes por los de la familia, renunciar al cansancio por la exigencia y el ejemplo, renunciar a la comodidad por austeridad. Es necesario ser firme y no retractarse de los acuerdos tomados; obra comenzada, obra terminada, prestar atención a los detalles: el cepillo en su sitio, la ropa sucia en el cesto, apagar la luz al salir; dar método y sistema en lugar de improvisar; cuidar el orden y la puntualidad para ver cómo rinde el tiempo en la agenda.
Educar bien a nuestros hijos favoreciendo la razón y la voluntad, la reflexión, superación y el discernimiento evitará que nos arrastre la nueva filosofía moral que se basa en el mundo de las sensaciones instintivas, de la imagen, de las reacciones espontáneas.
Nuestra voluntad se ejerce y desarrolla cuando nos exigimos mucho ante las dificultades y durezas de la vida y se atrofia si todo son comodidades. Es necesario ejercitarse en pequeños vencimientos aunque no nos reporten ningún beneficio inmediato pues en estos entrenamientos hay aprendizaje. Es necesario batirse con uno mismo porque el enemigo habita en nuestro interior: pereza, apatía, búsqueda febril de la comodidad, ausencia de visión de futuro, etcétera.
Es necesario amar el esfuerzo como algo positivo y liberador. En la época actual nos creemos libres e independientes porque ahora “hacemos lo que queremos”, pero en esta expresión contiene una concepción narcotizante de la verdadera libertad. Es más libre el que impera sobre sus actos, que el que actúa cediendo ante lo que le apetece, lo cual puede derivar en situaciones graves en la vida adulta como infidelidad, robo, abuso, etc., por no saber postergar los deseos. La libertad verdadera es la autonomía en decisiones y actos y la autonomía depende del ejercicio de la voluntad.
Uno de los aspectos más importantes de la educación afectiva es poder armonizar la cabeza, el corazón y la voluntad.
El ejemplo es el camino, no porque seamos perfectos. Solo basta el esfuerzo que pongamos en ser mejores padres y profesores cada día y si somos coherentes, tendremos autoridad moral para guiar a nuestros hijos o alumnos.
Bibliografía
- Blanco, Isauro. (2014). Padres comprometidos: El valor de una buena educación. Cancún, México: Editorial Morsan Internacional.
- Corominas, Fernando. (2015) Cómo educar la voluntad (Hacer Familia) (Spanish Edition). Ediciones Palabra, S.A.. Edición de Kindle.
- Pardo, M. Ángel (2013) Educación de la voluntad. Madrid. E. Marsella