Amamos las crisis por los regalos de oportunidad que traen en sus manos. Es la paradoja permanente de la naturaleza humana que aparece en los momentos de mayor incertidumbre y es una de las caras de la supervivencia. En la selección natural, los organismos fuertes sobreviven; los débiles, desaparecen, porque no saben leer entre líneas al riesgo y la amenaza que anuncia en clave secretos de grandeza; el miedo los encoge y solo esperan no morir, incapaces de luchar por la vida.
La pandemia y el confinamiento permiten saber de qué estamos hechos como individuos y como instituciones. Si somos reactivos, nuestra capacidad de respuesta está condicionada por el ambiente y solo la proactividad anticipa el despertar de nuevos recursos. La reactividad nos define como víctimas, en espera de milagros; la proactividad es hija del entusiasmo que se crece ante el desafío.
En estos meses he escuchado, leído y participado en debates sobre el futuro de la escuela. Continuamente aparecían, solapados, el miedo y la tristeza de los espíritus débiles. Al mismo tiempo se erguía, orgulloso y seguro, el valor, acompañado por la fe y la esperanza.
Las crisis no producen resultados nuevos; solo ponen una lente de aumento en la realidad existente y hacen crecer las semillas previamente plantadas. Durante la pandemia se han incrementado los divorcios, pero el amor había huido hace tiempo de esos hogares y solo echó la llave al río; han crecido las adicciones donde las tendencias de la miseria psicológica habían abonado el terreno; la ansiedad simplemente obtuvo pretextos para el abordaje.
Y llegamos a nuestro terreno: la educación: en esta última crisis se evidenciaron necesidades y grandezas. Entró a un período de evaluación y el feedback es ahora importante. Algunas reflexiones pueden fundamentar las decisiones de los líderes educativos y de los padres:
- La escuela durante el confinamiento funcionó como un período de excepción. Los colegios tuvieron que improvisar respuestas a la clase no presencial y solo su creatividad fue el parámetro del éxito. No podemos pensar en continuar con ese modelo a distancia y antes debemos definir si el futuro será digitalizado, presencial o híbrido, es necesario definir la función intrínsecamente social de la escuela. La respuesta también orientará a los padres si dudan en que sus hijos sigan escolarizados, se orientan al homeschooling o un sistema híbrido. De las dudas de la escuela, surgirá la desconfianza de los padres.
- Durante el confinamiento, una idea muy difundida era “terminar adecuadamente el programa”. El énfasis en los contenidos académicos hace a la escuela prescindible. La razón es la clara: Las cosas que son fáciles de enseñar y de evaluar, también son fáciles de digitalizar, automatizar o externalizar (alguien más lo puede hacer). Pero no hay ninguna automatización que lo haga en el futuro. Los alumnos están creciendo con muchos dispositivos electrónicos, pero con una educación muy escasa. La economía del conocimiento ya no premia a la gente por lo que sabe; Google lo sabe todo. Premia a la gente por lo que puede hacer con lo que sabe: creatividad, pensamiento crítico, solución de problemas, juicio ético. Tiene que ver con las formas en que avanza la comunicación, la colaboración. Antiguamente, si tenías una pregunta, consultabas una enciclopedia y podías confiar en la respuesta. Hoy, vas a Google y encuentras miles de respuestas, por lo que tienes que resolver la ambigüedad presente en esa exuberancia.
Si hay un frente que debe atender la educación es el foco en la formación de valores y actitudes, de habilidades cognitivas de nivel superior (juicio crítico, análisis, toma de decisiones, gestión de la ambigüedad y de la incertidumbre, creatividad). El alumno no es un recipiente para ser llenado; es un ser humano que necesita interactuar, dialogar y reconocerse en la experiencia vital de estar con otros para entender la vida.
Las relaciones humanas reales, no las virtuales, se están convirtiendo en un artículo de lujo en una sociedad triste, abandonada y solitaria. Ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de los alumnos, solo los buenos profesores.
- El aprendizaje es un fenómeno social. Una buena tecnología puede apoyar un buen aprendizaje. Sin embargo, una buena tecnología no reemplaza una mala enseñanza. El aprendizaje no es un lugar, sino una actividad, un proceso social. En aislamiento o soledad, el niño y el adolescente se marchitan, pues necesitan de sus amigos, de su grupo, de sus profesores. Es el aire fresco que renueva y enriquece el alma infantil. Como padres nos ponemos nerviosos cuando nuestros hijos aprenden cosas que no entendemos; más aún cuando ya no aprenden temas que eran de tanta importancia para nosotros. Con mucha frecuencia, los padres pretenden marcar el currículum y la jerarquía de las intervenciones educativas y no dominan el arte de la educación, son aficionados; por esta razón en nuestro país las escuelas son sistemas inherentemente conservadores: es más fácil educar a los alumnos desde nuestro pasado, que prepararlos para su futuro. Los padres necesitan confiar en su aliado educativo principal, que es la escuela y dejar que las decisiones técnicas, metodológicas las tome el profesional.
- La tecnología puede habilitar a los profesores y alumnos para acceder a materiales especializados más allá de los libros de texto, en formatos múltiples y en modelos que unen el tiempo y el espacio. La tecnología puede apoyar nuevas formas de enseñanza que permitan a los alumnos ser participantes activos.
Antes de que una persona pueda utilizar la tecnología, debe domesticarla: los dispositivos electrónicos contienen, por primera vez en la historia humana, la síntesis de todos los medios masivos de comunicación. Por una parte, hacen accesibles los medios más rápidos e intuitivos de trabajo, investigación y aprendizaje. Por otra, todas las fuentes de diversión están a la misma distancia. El usuario necesita domesticar esa tecnología a través de una disciplina del tiempo y, sobre todo, de los impulsos. Las pantallas son ahora el campo de batalla entre el principio del placer -dominante en niños y adolescentes- y el principio de la realidad (lo que es conveniente o necesario) que caracteriza al adulto evolucionado. El triunfo del principio del placer en el niño o adolescente genera una adicción, difícil de limitar, sin la ayuda protectora de los adultos.
Corremos el riesgo de que el niño/adolescente pase de estar sentado ante una pizarra a estar sentado ante una pantalla. Así no es el aprendizaje humano sobre todo al principio.
El corazón del aprendizaje es relación, arte y ciencia.
A los padres: déjense orientar por los expertos y por su sentido común pedagógico. Si consideran que el aprendizaje (conocimiento, valores, actitudes sociales) es caro, consideren el precio de la ignorancia.
A los líderes educativos: la pandemia ha descubierto que muchos sistemas eran un rey desnudo. Es necesario una nueva ingeniería educativa: más innovación y menos cumplimiento. Los mejores sistemas educativos del mundo transitan del control a la generación de mejores prácticas.
A los niños y adolescentes: perdón por nuestra complacencia y confíen en que los adultos estamos revisando nuestros objetivos y métodos, con una orientación personalizada.
El regalo de esta crisis es: desaprender y reaprender cuando el contexto cambia.
Isauro Blanco
Ilustración: Rizka Raisa