“Yo, como don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme”, escribió Voltaire para ofrecer una sutil interpretación de Cervantes donde se sabe que el Quijote, ya grande y de pronto, cambió la realidad de los libros para salir a la irrealidad de la vida, metáfora para quien sabe que en algún punto de su vida o pega el salto o se mantiene en esa postura que ya no le hará dar más de sí. Una forma de decir que la pasión no es algo que se encuentra, sino que se hace, se ejercita y desarrolla.
Ahora que en la era digital navegamos entre fragmentos de una explosión informativa, y por lo tanto de una implosión del conocimiento, la tarea de facilitarle a un niño o adolescente el encuentro con su pasión es casi imposible, entre tanto ruido es bueno recordarles que si bien es cierto que un encuentro con su pasión no está, como la información en internet, al alcance de un click, sí pueden empezar con lo más básico y como ejemplo tenemos al paramecio.
El paramecio es un organismo microscópico unicelular sorprendente ya que este sobrevive y prospera utilizando un solo principio: si las cosas mejoran, sigue nadando en esa dirección, y si no, cambia de rumbo.
Si el agua está demasiado caliente o demasiado fría, si no hay suficiente comida o si se queda atascado, el paramecio simplemente retrocede y prueba otro ángulo. Si esto vuelve a suceder, retrocede. Si esto sigue ocurriendo, el paramecio hace un ajuste mayor, tal vez incluso da un giro de 180º, pero al final encuentra la forma de avanzar de nuevo.
En otras palabras, el paramecio se abre camino en el mundo por simple ensayo y error. Pero, ¿cómo una criatura sin cerebro puede servir de modelo para ejercitarnos en el desarrollo de una pasión? Pues para saber que la naturaleza está de nuestro lado aunque esta no lleva prisa.
Sabemos que muchos artistas y atletas luchan durante años para saber hacia dónde van. Un estudio reciente reveló que los mejores atletas del mundo solían practicar varias disciplinas desde su niñez. Por lo general, estos deportistas de élite se comprometen con un deporte más tarde y, en comparación con los atletas que iniciaron antes en una sola especialización, su progreso inicial es más lento pero después se eleva por arriba del promedio.
Joel Embiid, estrella del basquetbol de los Philadelphia 76ers, cinco veces campeón de la NBA y el jugador con más puntos de la última temporada es un buen ejemplo. De niño a Joel le apasionaba no una disciplina, sino dos, y ninguna de ellas era el basquetbol. De niño practicó fútbol y voleibol, en ambos quería hacerlo a nivel profesional y fue hasta los 16 años que jugó su primer partido de Basquetbol.
Por regla general, los jugadores de alto rendimiento como Joel se toman un tiempo para probar antes de especializarse. Cuando probamos, en lugar de optimizar el rendimiento del mismo día, optimizamos el aprendizaje a largo plazo. Así que no debemos preocuparnos si nuestros hijos o alumnos no persiguen una pasión de forma exclusiva y desde muy temprana edad. Los jóvenes deben adaptar el principio básico del paramecio: probar algo nuevo, si les gusta, seguir adelante, y si no, a cambiar de rumbo. Lo bueno de probar es que, tanto si la experiencia es buena como si es mala, se tratará del comienzo de algo que llegó para quedarse o simplemente de una prueba que seguro jamás se repetirá, al final, como en el Quijote de Cervantes, se aprende algo importante sobre el mundo y de uno mismo, se podría decir que la constancia en los intentos son la llave del descubrimiento.
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